MI SUEÑO VOLVIÉNDOSE REALIDAD...


yo soy una centáuride llamada Quirón...

Quiero presentarles mi nueva creación, es mi más anhelado sueño plasmado en palabras fantásticas y trazos de colores articulados en bellas frases, mis (algunas veces) lúgubres o jubilosos pensamientos, mi esencia, mi alma... Todo está aquí y quiero compartirlo.

Yo soy QUIRÓN y me gustaría que a todos los que me lean, una parte de mi toque sus corazones.

Espero que les guste... Esta es la primicia y se llama:



ALSEID & VESTA - LA LEYENDA
una realidad paralela...

ALSEID - EL ORIGEN DE MIS MEMORIAS


Soy Alseid… Así dicen que me llamo.

-¿Quiénes?- Ellos. Los cetos. Esas criaturas inmensas que salen a respirar angustiosas el poco oxígeno que queda en la esfera omnipotente. Seres acuáticos obviamente, que aparecen todas las tardes lóbregas, precediendo el ocaso de nuestra estrella madre, cuando el cielo toma tonalidades violáceas con grises tenues, azul intenso, azul aqua, verde, son las auroras boreales que parecieran trazos artísticos celestiales. Un paisaje mágico, armonizando la atmósfera con el fulgor lunar, que se aprecia gigante y fiel mientras nos adentramos en la noche. Esto me ha mantenido con vida, es hermoso.

Estoy sentada en una de las rocas ígneas que rodean el lugar… y que abundan por todos lados de la Pangea Sur.

Después de la explosión de aquellos volcanes que nos circundaban –cuentan- el subsuelo se convirtió en un espectáculo de minerales diversos, sobre todo cuarzos pequeños de diferentes colores y cristalizaciones heterogéneas, enormes piedras de obsidiana también (como en la que ahora descanso) que por el tamaño parecieran tener ventaja sobre las otras, dibujando el suelo de un negro intenso con toques esporádicos de cristales rosas, cafés, azules, blancos, ámbar. Debido al reflejo de la luna nueva en algunos prismas de roca, se crea un arcoiris producto de la refracción de su luz. No siempre la noche es obscura, la luna y los cristales crean un ambiente azul iluminado, en donde se percibe todo con claridad.

Estoy remojando mis pies en el río apático que desemboca en el lago de los cetos, hace un frío intenso, pero el agua es cálida (inclusive puedes observar cómo despide vapor) y me permite disfrutar un poco, olvidándome de esta terrible soledad y la incertidumbre que me invade desde hace días, o meses…

Soy Alseid (eso creo…) Y vengo aquí cada noche a tratar de recordar cómo sobreviví y para qué - ¿Quién me salvó? ¿Por qué? – y trato de discernir por qué traigo este tubo anillado que proviene de mi interior y sale por mi nariz, como si fuera una extensión de ella, es como cartílago hialino y tiene una membrana gelatinosa que lo protege, pasa por debajo de mi brazo derecho, va ensanchando y se conecta en mi espina dorsal en la región lumbar… Me causa dolor y algunas veces por la mañana, sangro por la boca, como si esto me cortara internamente la traquea (o ¿será parte de este órgano?). Mi sentido común me dice, que si intento retirarlo, moriré. Quizás debería hacerlo… Estoy desnuda, sólo me cubre esta piel de oso blanco.

- ¡¿Quién me hizo esto?! ¡¿Lo odio?! – Una lágrima se desliza por mi rostro, seguida por otra y otra… hasta que rompo en llanto, como casi todos los días, desde que desperté en esa obscura cueva. Escuchando el eco de mis alaridos en esta desolada inmensidad, me tranquilizo… Irónico ¿cierto? Me serenan mis propios lamentos.

Tengo una tristeza colosal. No puedo creer que siga viva. Me embiste un dolor terrible de cabeza, siento que me estalla y quiero dejar de pensar. Me esfuerzo para recordar algo y, duele. Sólo sé que hace unos días, logré soñar unos segundos y al despertar estaban trazados en mi memoria sus ojos y su hermosa sonrisa, y por primera vez en varios meses, una pizca de esperanza, iluminó mi efímera vida.

Soy Alseid y así comienza mi historia.

El sonido de la angustia... 1a parte.


El goteo de las estalactitas en el fluir del río subterráneo que corre por mi hogar, resulta una melodía sedante por las noches y una alarma estridente que retumba incesante, interrumpiendo mi sueño todas las mañanas, gota a gota, una tras otra, estremeciendo mi cerebro hasta el punto de erizar mi piel. Es el sonido de la angustia de un nuevo día.

Pudiera cambiar de residencia, pero en mi cueva la temperatura es cálida, a diferencia de la intemperie en donde oscilan temperaturas debajo de los -40ºC, por la noche. Aunque mi cuerpo soporta las inclemencias del tiempo, cuando la luna brilla con mayor intensidad, arremeten violentas ventiscas y los cristales de hielo son como agujas que se entierran en la piel, lacerándola y congelándola al instante, ocasionando gangrena algunas veces. Por el frío extremo, la temperatura corporal desciende bruscamente y pierdes la consciencia, te duermes… Días, meses.

Esto, yo lo viví en carne propia y fue aterrador. Desafortunadamente fallé en mi intento de perecer y puedo contarles la experiencia, cada que volteo a ver las tenues cicatrices que permanecen en mis piernas, me obligan a recordar la zozobra que me acompañó durante años, evocando aquél suceso que marcó mi vida y por el que me atreví a desafiar a la obscuridad, aún habiendo advertido todos los peligros.

Sí (suspiro)… fue aquél día, aquél abrumador día, en donde salí corriendo despavorida, esperando con ansia que me robase una estrella. Es sólo que cuando Él o esa fuerza suprema antepone su potestad a tus deseos (aún teniendo todas las estadísticas en contra) te muestra la vida cantando victoria, bailando animosa frente a tus ojos tristes. Quizás porque hay algo que debes cumplir antes de irte, quizás porque la vida te enseña a secarte las lágrimas, para tolerar ventarrones, y grandes dolores. Ya no quiero recordar esto… Tal vez después decida contarles qué fue lo que me pasó, por ahora prefiero omitirlo, porque me tiemblan las manos y comienzo a sudar, me pone nerviosa. Mejor intentaré narrarles claramente lo que Alseid ve a diario y probablemente juntos encontremos un motivo, paso a paso, quizás me ayuden a recuperar esos momentos de esperanza que he perdido, que se escondieron en alguna parte de mi corazón y están tan enterrados, que casi me sofocan.

Mientras tanto, caminemos juntos por esta bella y desolada inmensidad, en donde abundan hermosos colores a la luz del Sol o la luna, los paisajes son versátiles, dependiendo de la intensidad del fulgor de nuestra magna estrella en diferentes horas del día, aunque esté viendo el mismo lugar, todo parece distinto conforme transcurre el tiempo. Así pasa conmigo también, es como si la luz rigiera mi vida.

El sonido de la angustia... 2a parte






LA PESADILLA


Hay manantiales en esa parte, de dónde todas las mañanas entra el Sol a darme la bienvenida, y hoy no fue la excepción. Minutos antes de abrir los ojos, estando perdida entre los brazos de Morfeo, arremetió esa pesadilla que viola mi cerebro todas los noches, ese trastorno recurrente que perturba mi sosiego, cada día, previo al amanecer. Es perseverante, atroz.


- BlooOOop, blooOoOop - Habla el sonido de la angustia - Ese golpeteo del cual les platicaba anteriormente -

Inicia con el sonsonete apenas perceptible, del gotear acústico al interior de la cueva.


Comienza suavemente, y poco después parecieran acordes de un violonchelo (en su nota más grave) en una sinfonía de terror, como si este lugar tomara vida, y el ruido fueran los sollozos de su alma en el punto álgido de dolor. Así se escucha en mis sueños y yo me imagino, boca abajo, en mi lecho (creado de musgos y ramas) y una presión externa, omnipresente, empuja mi nuca con fuerza, yo no puedo moverme, sigue empujando hasta que esa comisura de roca (mi cama) va fundiéndose lentamente. La sensación es de asfixia, y percibo el estrujamiento de todo mi cuerpo sumergiéndose lento y apretado, como si hundieras un dedo en una pelota creada del intestino de algún animal muerto, llena de agua con arcilla. No veo nada en esos momentos y todo se centra en impresiones espeluznantes; de ahogo, opresión, acaloramiento. Siempre que sueño esto me he preguntado - ¿Podrás morir mientras duermes, por todo aquello que guardas en la cabeza? – Pero al parecer, esto no es posible, porque siempre despierto al borde de la locura, jadeando de agobio, con el corazón palpitando acelerado, sudando y con sed, mucha sed.


Recién abro los ojos, agitada, siempre volteo preocupada a ver todo mi cuerpo, me manoseo de pies a cabeza y ¡Sigo viva! No me muero, ni enloquezco, ni la cueva habla, ni las goteras son pequeños violonchelos del mal, ni mi cama es maleable. Es sólo mi cerebro, que le encanta jugarme bromas pesadas todo el tiempo y sigo espantándome del mismo delirio, porque como les decía, es repetitivo. Ese mismo sueño, varias noches. Es absurdo y a veces me río de esos viajes gratuitos que genera mi mente, es como vivir emociones fuertes, sin necesidad de moverte, a veces es mayor la intensidad de mis sueños a la realidad. Recuerdo esa vez, cuando me llevó la corriente del río ¡Su cauce era estrepitoso y violento y sus aguas me expulsaron por la cascada! (les contaré posteriormente sobre ella) esta tiene una altura significativa y caí libremente, -¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhh! - Grité… Hasta hundirme en la laguna.


- ¡Sí! ¡Fue emocionante! - Esa vez me descalabré, pero me divertí de verdad. En cambio, en mis pesadillas, no tengo heridas, pero la sensación es bastante desagradable, me desanima y es difícil iniciar un nuevo día. Las llagas son internas.

Al despertar...
Comienzo a despavilarme, después de la incertidumbre experimentada mientras dormía y encuentro el paisaje habitual. El fulgor del Sol que refleja sus rayos danzantes, ahí en el ojo de agua, en donde a lo lejos se ven saltando emocionados mis peces, mis mascotas, aquellos que me han acompañado por años, regordetes y de gran tamaño. A primera vista parecen suculentos, - Son increíbles, han crecido tanto – pienso. Les he perdonado la vida, por contar con ciertas características especiales.

Como aquél, que he llamado Tritón. Desde que nació, parecía hablarme con la mirada, aparentase tener una sesera sorprendente, pareciera escucharme, sentirme. O ese, Teseo, que tiene dos aletas dorsales rosas con rayas amarillas, que nacen desde su cabeza y parecen unas orejas; también está Ofíon, que difícilmente puede moverse, es un pez rollizo y así fue desde pequeño, solía comer plancton; ahora, si tiene hambre y percibe un gato montés cerca, salta con esfuerzo, impulsando su inmensidad y lo devora rápidamente para regresar de inmediato a su rincón. En estos días lo ves siempre inmóvil en esa, su guarida, en donde aguarda paciente, con los ojitos expectantes. Este es mi río manso, que corre por debajo de la tierra con su habitual fluidez melodiosa, y por las mañanas, todos esos seres acuáticos, saltan osados mostrando su poderío, haciendo un escándalo fabuloso y arrebatándome de los brazos de Morfeo y mis fascinantes pesadillas.

En la caverna tengo todo lo necesario para subsistir. Puedo comer casi todas las especies de vertebrados marinos, menos aquél que tiene una franja morada con destellos dorados en el dorso, es bello el animal, pero intentó comerse mi lengua en cuanto quise tragarlo… De hecho, me cercenó un pedacito, afortunadamente no lo tragué o hubiera comido mis órganos.

También puedo comer gusanos, uno que otro insecto y caracoles (que son deliciosos) tengo agua de manantial para beber; saliendo de la cueva hay frutos y algunas hierbas que puedo comer sin problema, otras causan alergias al contacto con la piel, generando edemas y la garganta se cierra por completo, esto pasa por lo regular con la vegetación cerca del lado próximo a la Pangea Norte -…¿Qué habrá allá? – me pregunto.
Esto lo he ido identificando con el paso del tiempo, desde que reviví o regresé (no sé cómo explicarlo) No puedo calcular mis años de existencia, soy incapaz de narrarles cómo fue que nací porque no lo recuerdo, mis memorias surgen a partir de que desperté aquí, en esta cueva, con unas hojas que me protegían del viento, recuerdo bien que me dolía la espalda, la espalda baja de donde nace o termina este tubo viscoso que solía sangrarme todos los días cada vez que rozaba o me golpeaba con cualquier cosa; dormir era un martirio, moverme significaba experimentar un tormento seguro. Poco a poco fue cicatrizando; la sal de mi río ayudó, el viento, el Sol, el tiempo y algunas hierbas sosegaron mi sufrimiento. Se creó una callosidad en las comisuras del conducto, la piel es diferente ahí, áspera… fuerte, sigue doliendo repentinamente, sobre todo cuando el ambiente es húmedo, en éstos días me cuesta trabajo respirar y tengo hemorragias internas que despido algunas veces por la boca. Quisiera arrancármelo.