Al despertar...
Comienzo a despavilarme, después de la incertidumbre experimentada mientras dormía y encuentro el paisaje habitual. El fulgor del Sol que refleja sus rayos danzantes, ahí en el ojo de agua, en donde a lo lejos se ven saltando emocionados mis peces, mis mascotas, aquellos que me han acompañado por años, regordetes y de gran tamaño. A primera vista parecen suculentos, - Son increíbles, han crecido tanto – pienso. Les he perdonado la vida, por contar con ciertas características especiales.

Como aquél, que he llamado Tritón. Desde que nació, parecía hablarme con la mirada, aparentase tener una sesera sorprendente, pareciera escucharme, sentirme. O ese, Teseo, que tiene dos aletas dorsales rosas con rayas amarillas, que nacen desde su cabeza y parecen unas orejas; también está Ofíon, que difícilmente puede moverse, es un pez rollizo y así fue desde pequeño, solía comer plancton; ahora, si tiene hambre y percibe un gato montés cerca, salta con esfuerzo, impulsando su inmensidad y lo devora rápidamente para regresar de inmediato a su rincón. En estos días lo ves siempre inmóvil en esa, su guarida, en donde aguarda paciente, con los ojitos expectantes. Este es mi río manso, que corre por debajo de la tierra con su habitual fluidez melodiosa, y por las mañanas, todos esos seres acuáticos, saltan osados mostrando su poderío, haciendo un escándalo fabuloso y arrebatándome de los brazos de Morfeo y mis fascinantes pesadillas.

En la caverna tengo todo lo necesario para subsistir. Puedo comer casi todas las especies de vertebrados marinos, menos aquél que tiene una franja morada con destellos dorados en el dorso, es bello el animal, pero intentó comerse mi lengua en cuanto quise tragarlo… De hecho, me cercenó un pedacito, afortunadamente no lo tragué o hubiera comido mis órganos.

También puedo comer gusanos, uno que otro insecto y caracoles (que son deliciosos) tengo agua de manantial para beber; saliendo de la cueva hay frutos y algunas hierbas que puedo comer sin problema, otras causan alergias al contacto con la piel, generando edemas y la garganta se cierra por completo, esto pasa por lo regular con la vegetación cerca del lado próximo a la Pangea Norte -…¿Qué habrá allá? – me pregunto.
Esto lo he ido identificando con el paso del tiempo, desde que reviví o regresé (no sé cómo explicarlo) No puedo calcular mis años de existencia, soy incapaz de narrarles cómo fue que nací porque no lo recuerdo, mis memorias surgen a partir de que desperté aquí, en esta cueva, con unas hojas que me protegían del viento, recuerdo bien que me dolía la espalda, la espalda baja de donde nace o termina este tubo viscoso que solía sangrarme todos los días cada vez que rozaba o me golpeaba con cualquier cosa; dormir era un martirio, moverme significaba experimentar un tormento seguro. Poco a poco fue cicatrizando; la sal de mi río ayudó, el viento, el Sol, el tiempo y algunas hierbas sosegaron mi sufrimiento. Se creó una callosidad en las comisuras del conducto, la piel es diferente ahí, áspera… fuerte, sigue doliendo repentinamente, sobre todo cuando el ambiente es húmedo, en éstos días me cuesta trabajo respirar y tengo hemorragias internas que despido algunas veces por la boca. Quisiera arrancármelo.

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